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Un rincón olvidado en el que una disputa por drogas se cobró tres vidas en dos meses

En la calle 1709 al 7800, extremo sudoeste de Rosario, hay un pasillo del cual se desprenden varios más, muy angostos, que conducen a viviendas de chapa cercadas por más chapas que delimitan terrenos irregulares. Todos caminos de tierra, con bastante basura en los alrededores. En el ingreso a uno de esos pasillos solía sentarse una chica de 19 años a vender drogas. Pasaba los ratos sobre un sillón instalado en el piso de tierra, desde donde veía a quienes entraban. Los vecinos de ese rincón laberíntico del barrio conservarán la imagen, que ya no se repetirá: a “Nachi”, como la conocían, la mataron a pocos metros de ahí con varios disparos, uno de ellos en la cabeza.

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La mañana de este lunes lo que estaba a la vista en los alrededores de la escena del crimen servía para corroborar el contexto que los vecinos habían deslizado. En los dos pasillos que conducen desde la calle 1709 a la casa de la víctima -donde fue asesinada y a pocos metros de donde se instalaba a vender- se veían sobre la tierra los retazos de bolsas de nylon prolijamente cortadas en cuadrados de unos pocos centímetros. Los envoltorios en los que se venden las pequeñas dosis de cocaína que tantos consumidores no alcanzan a tomar fuera de la zona en la que la compran.

Además de un contexto al hecho -vinculado a alguna disputa por la venta de drogas- esa imagen grafica otra problemática social que es la del consumo problemático en un entorno en el que ante todo, incluso sobre la violencia a los tiros, predomina la pobreza. La calle 1709 es la que continúa a 27 de Febrero de forma paralela hacia el sur. A la altura 7800, ya pasando la Circunvalación, el panorama tiene pasajes desoladores entre la precariedad de las viviendas, los pibes más chicos descalzos, los hombres mayores tirando su carro rumbo a zonas más urbanas en las que podrán cirujear algo. En ese panorama la venta de drogas al menudeo parece surgir como una posibilidad de subsistencia, a la vez que el principal motivo de las disputas violentas: en lo que va del año hubo tres homicidios en la zona y en todos se asomó esa explicación al menos según el conocimiento de los vecinos.

Si hay una imagen que rompe con lo sombrío que se vuelve el entorno de la escena de un crimen, sobre todo cuando ocurre -como en la mayoría de las ocasiones- en los barrios periféricos, es la de los niños jugando. El denominador común ante cada caso, que es el silencio sepulcral obligado por el miedo, suele encontrar excepciones en los pibitos que en su día a día ven, escuchan y absorben. Y después, cuando pasa algo que impacta, desde su ingenuidad pueden describirlo. Gomera en manos, este lunes deambulaban por las zonas arboladas mirando para arriba, en busca de palomas “para tirar al guiso” y sin reparos en señalar el lugar donde “Nachi” se sentaba en su sillón, a metros del lugar donde “la cagaron a tiros”.

Madrugada violenta

Según las primeras versiones de las personas encargadas de la investigación de este nuevo crimen en Rosario, todo ocurrió pasadas la 1.30 del lunes. Los vecinos la identificaron como “Nachi”, una testigo aseguró que se llamaba María Ester y desde el Ministerio Público de la Acusación indicaron que esperan los resultados de la pericia dactiloscópica para confirmar la identidad. Lo cierto, según el relato de una testigo que se encontraba con la víctima, es que cuatro personas armadas ingresaron a la vivienda de la joven y en cuestión de segundos la asesinaron a balazos en la cabeza, hombros y brazos.

Entre los pasillos surgieron rumores que los vecinos largaron con temor: que “Nachi” vendía para Marisa fue uno de ellos. Una mujer de 33 años con ese mismo nombre fue quien declaró ante la policía y aseguró aquello de las cuatro personas que entraron armadas para matar a la chica. Además, dijo que a ella la dejaron encerrada en una habitación de la casa.

La investigación está a cargo de la fiscal Georgina Pairola, quien solicitó al Gabinete Criminalístico que levante rastros y busque posibles testigos. En ese sentido, indicaron desde el MPA que la División Homicidios de la Agencia de Investigación Criminal está a cargo de “tareas investigativas tendientes a dilucidad la motivación del hecho”.

Un crimen por mes en la zona

En lo que va del 2022 -desde el 17 de enero hasta ahora- hubo tres homicidios con pocas cuadras de distancia en la zona de 27 de Febrero al 7800. Los tres estuvieron ligados a disputas por la venta de drogas, contexto al que los vecinos refieren como una problemática muy arraigada en la zona desde hace varios años. Hoy por hoy parece haber alguna bronca puntual que atraviesa momentos muy violentos, pero en la historia reciente la zona tiene otros episodios recordados. Uno de ellos fue en agosto de 2013 cuando los vecinos derribaron a mazazos una casilla a la que señalaban como un búnker de drogas, hecho al que le continuaron al menos dos homicidios.

La continuidad no solo se expresa en el testimonio de los vecinos sino también en los hechos. El 17 de enero pasado fue asesinado Sergio Abraham Giménez, de 26 años. La versión preliminar de este homicidio indica que la víctima, conocida como “Puque”, había llegado a una vivienda de 27 de Febrero al 7800 junto a otras tres personas para agredir a otro grupo que estaba cenando. Que entonces hubo un enfrentamiento y “Puque” perdió la vida a balazos.

Luego de ese crimen algunos vecinos aseguraron que el grupo agresor había entrado a la vivienda en cuestión a los gritos, diciendo que en esa zona solo vende drogas “el Morocho”. La relación fue directa a Claudio Mansilla, el único de los evadidos de la fuga de la cárcel de Piñero que continúa prófugo, porque se trataría de una de las zonas en las que el “Morocho” ejerce poder.

A pocos días de cumplirse un mes de ese homicidio, la tarde del jueves 10 de febrero fue asesinado Jonatan Marcelo Ojeda, de 28 años. La víctima vivía en 27 de febrero al 7800, la misma cuadra del crimen anterior, pero a él lo asesinaron a unos metros de ahí, sobre Larralde al 2400 según lo indicado por la policía.

Así como Jonatan era un chico conocido en el barrio sus vecinos sabían también que se dedicaba a la venta de drogas. Entonces sugerían que alguna bronca con otro grupo de la zona había decantado en los cuatro balazos que le quitaron la vida. Jonatan llegó al Heca herido gravemente y asistido por los allegados que lo habían trasladado en un vehículo propio. Los médicos constataron que tenía cuatro heridas de arma de fuego: dos en la axila derecha, una en el flanco izquierdo y otra en el flanco derecho; todas lesiones de gravedad por las que había perdido mucha sangre.

Pasado y presente

En agosto de 2013 el vecindario de la cuadra de 27 de Febrero al 7600 tomó una decisión drástica luego de que el barrio comenzara a sufrir una profunda transformación tras la consolidación del narcomenudeo en la zona. Mazas en mano los vecinos avanzaron contra una casilla a la que señalaban como búnker de drogas. Corrían tiempos de una violencia creciente en aquel año que acumuló una cantidad de homicidios en el departamento Rosario que todavía hoy es récord.

En aquel entonces, según consta en los archivos de este diario, los vecinos hablaban de broncas entre bandas que competían por monopolizar la venta de drogas en la zona. Acaso una trama similar a la que hoy, 9 años después, aparece como trasfondo de tanto crimen en Rosario y alrededores.

Luego de aquella hazaña vecinal la bronca entre los grupos se cobró la vida de dos jóvenes. Una de las víctimas fue Luis Cuevas, de tan solo 14 años y apuntado por vecinos como “soldadito” de la banda que vendía en el búnker derribado. El chico fue hallado mutilado: antes de matarlo a balazos le habían quemado las piernas y amputado un dedo y el pene.

Semanas antes de ese hecho, y días después de que el búnker fuera derribado, había sido quemada María Soledad Nievas, de 19 años y también vinculada a la venta de drogas en la zona. La chica, que peleó por su vida casi un mes y falleció a fines de aquel septiembre, había sido atacada en un descampado 27 de Febrero y Circunvalación, a las puertas de ese rincón del oeste extremo que todavía hoy cuenta muertes violentas vinculadas al narcomenudeo.

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