Quién es la mujer acusada de liderar la banda de tiratiros juzgada por atentados al Poder Judicial
«Yo les tenía miedo a los narcos y ahora les doy órdenes a ellos», dice en un mensaje Lucía Uberti. Los investigadores apuntan que era la organizadora de los ataques a objetivos judiciales
Con un fuerte operativo de seguridad en el Centro de Justicia Penal, comenzó este viernes el juicio por las balaceras a inmuebles vinculados al Poder Judicial, entre ellos el mismo inmueble donde se desarrolla el debate. “Guille” Cantero y sus presuntos cómplices están imputados en ocho ataques a tiros a inmuebles que pertenecen al Poder Judicial y a propiedades que pertenecen o pertenecieron a funcionarios judiciales que intervinieron en diferentes acusaciones a Los Monos.
Además de Cantero, para el que Fiscalía pidió 24 años de prisión, los otros imputados son: Daniel Alejandro “Teletubi” Delgado, Damián Oscar Chavez, Leonel Alejandro Fernández, Matías Nicolás César y Lucía Uberti.
Los últimos dos, nacidos a fines de los 90, tuvieron roles clave según los fiscales. Ambos son descriptos de modo idéntico: personalidades impetuosas, incansable compromiso para concretar los planes propuestos, liderazgo basado en un fuerte carisma, afectuosos con sus seguidores y contenedores en las malas. Lucía tiene 26 años y Matías 21. Los estaban investigando por separado, sin ninguna sospecha que tuvieran alguna conexión. Pero los encontraron juntos, imprevistamente, mientras dormían en la habitación de una casa de barrio Acíndar, en Winter al 200.
Matías proviene de una familia de Tablada vinculada al delito y enemiga de los Cantero. Su tía Norma César y su primo Nahuel César fueron asesinados a tiros el 28 de mayo de 2013 como venganza de Los Monos por el crimen de Claudio «Pájaro» Cantero, el jefe del clan de barrrio La Granada muerto dos días antes. Por eso al principio los investigadores pensaron que Matías se entreveraba en los atentados a jueces con fines de revancha, para que les atribuyeran los hechos a los Cantero. Pero no fue así. Simplemente eligió una sociedad con los que habían sido enemigos de su familia. Fue así que su primo Milton César lo acusó de traidor y, en un mensaje telefónico recuperado por los fiscales, le prometió desquitarse.
La historia de Lucía es bien distinta. Creció en la zona de Doctor Riva al 3700, hija de la propietaria de un almacén y con un padrastro policía, en el seno de una familia integrada y destinataria del aprecio barrial, donde la recuerdan como una chica desenvuelta, con carácter, seductora y muy preocupada por estar a la moda. A los 20 años se puso en pareja con Gino C., un joven aficionado a las artes marciales, medalla de bronce en judo en los Juegos Panamericanos Juveniles de El Salvador de 2008, que alternaba entre trabajos formales y robos a viviendas sin sus ocupantes presentes. Desde esa relación, en la que tuvo un hijo, Lucía fue adentrándose en el terreno de un hampa juvenil en el que, comprobaron los fiscales, buscó el contacto directo con líderes como trampolín personal.
Quién es esa chica
Lucía frecuentó el ambiente del hampa y construyó su imagen en afters y bares nocturnos como Roma, de Tucuman al 2000; Club Fire, de Oroño al 4700; o La previa, de Buenos Aires al 2400, y Berraco. Desde allí y con los conocidos de su ex pareja armó contactos que le permitieron conocer a «Teletubi» Delgado, a quien empezó a visitar en la cárcel de Piñero.
Lo que notan los investigadores a partir del abrumador tráfico de mensajes de los celulares secuestrados —y no ya de escuchas telefónicas, que pierden relevancia— es que Lucía va edificando su rol de organizadora de acciones violentas que les delegan los autores ideológicos desde la cárcel.
Lo hace a partir de combinar fuerte capacidad de seducción y don de mando. Es ella quien en febriles mensajes por audio (llegan a ser 500 por día) da cuenta del manejo de logística e información sobre comercio de drogas, ordena disparar o amenazar para cobrar deudas, lleva en su auto las armas con las que se cometerán atentados contra objetivos del Poder Judicial, escoge a los tiradores distribuyendo los lugares a los que deben dirigirse y sus roles y hasta baja instrucciones sobre qué deben decir los carteles intimidatorios que son dejados en los sitios atacados los que, como rasgo indiciario potente, coinciden en sus directivas con los cartones encontrados. «Con la mafia no se jode», decía el encontrado en el Centro de Justicia Penal el 4 de agosto.
Los fiscales notaron en ella una vehemencia y una capacidad organizativa enormes. «También una autoridad construida desde el afecto hacia las personas que comandaba, que se vio claramente en la audiencia del 12 de octubre pasado en la que fue acusada, cuando ella abrazaba, hablaba y tranquilizaba a los imputados más jóvenes, que se quebraban en llanto cuando notaban el peso de la prueba reunida contra ellos», dijo un investigador del equipo de fiscales.
Un celular, la clave
Toda esa destreza organizacional de Lucía no necesariamente equivale a inteligencia. «Lucía dejó por escrito o en archivos de audio todo lo que permitió que la acusáramos. Nos facilitó mucho el trabajo«, sostienen los investigadores. En la memoria de su teléfono, que fue decisiva para imputarla por las balaceras, dicen los investigadores que hay indicios solventes de la conformación de su carácter. De cómo se vincula con personas y construye relaciones a partir de un acatado don de mando, pero también de su sentido de la amistad, de su capacidad de contención. Se nota también que en determinado momento ella toma la opción de acercarse a Matías César lo que implica pelearse con su grupo original: Leonel Fernández, Damián «Colombianito» Chávez y Claudio Canavo, del riñón de Los Monos, todos imputados como ejecutores de atentados a jueces.
«Yo les tenía miedo a los narcos y ahora les doy órdenes a ellos», dice Lucía en uno de sus mensajes, una meditación implícita sobre su propia transformación. Los investigadores se preguntaban, cuando buscaban a Matías César, quién era esa chica que aparecía en todas las fotos de los celulares incautados en la cárcel de Piñero en abril. «La queríamos encontrar pero nunca imaginamos que iba a tener ese rol«. Un papel que ella es consciente de que puede ponerla en peligro y, sobre todo, en qué flancos frágiles. «Díganle a la abogada que haga desaparecer el S7 porque vamos todos en cana«, dice en referencia a un celular Samsung finalmente encontrado, que contiene, como se preveía, prueba decisiva en su contra.