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El padre Ignacio volvió a conmover con su Vía Crucis virtual: fe, mensaje de amor y esperanza desde el corazón de barrio Rucci

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Por segundo año consecutivo, el padre Ignacio Peries decide priorizar la seguridad y el alcance masivo a través de las pantallas. En lugar de la multitudinaria peregrinación que solía convocar a más de 300 mil personas desde todos los rincones del país —e incluso del mundo—, el tradicional Vía Crucis se realiza de manera virtual desde el templo de la iglesia Natividad del Señor, en barrio Rucci.

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Con más de 45 años al frente de esa comunidad, el sacerdote vuelve a valerse del streaming y de la transmisión televisiva para llegar a los hogares en un mensaje que mezcla la profundidad espiritual con un despliegue técnico cuidado y profesional. Desde cámaras que siguen cada estación con planos precisos, hasta la participación musical de solistas, dúos y grupos que interpretan piezas alusivas, la ceremonia logra conmover incluso sin la presencia física de fieles.

Durante toda la Semana Santa, la parroquia mantuvo sus puertas abiertas. Pero el Viernes Santo, el mensaje más potente volvió a ser colectivo, íntimo y digital. Ignacio condujo con su estilo característico —cercano, cálido y reflexivo— el camino de Jesús hacia la cruz, y volvió a poner el foco en los valores esenciales: la unidad familiar, el perdón, la reconciliación, el amor como respuesta ante el sufrimiento.

“El desorden, la falta de respeto y amor está destruyendo la fe entre nosotros”, fue uno de los primeros latigazos emocionales que dejó en la apertura del recorrido. Luego, alternando su relato entre español e inglés, rezó por los más vulnerables: los ancianos, los niños, los privados de libertad, y también por quienes están atrapados en adicciones o atraviesan crisis personales.

En la estación número 11, recordó el sufrimiento de Jesús con una frase poderosa: “Nunca es tarde para perdonar”. Ya en la estación 12, al evocar la muerte en la cruz, pronunció: “Cristo enseñó cómo sembrar el amor”, e hiló el mensaje con una anécdota poco común: relató que Mahatma Gandhi, tras robar una cadena a su padre, decidió arrepentirse a través de una carta. Su padre, al leerla, la rompió sin decir palabra, porque el corazón sincero de su hijo valía más que cualquier objeto. El ejemplo sirvió para reforzar el valor del arrepentimiento verdadero.

Ignacio también se refirió a Pedro, quien negó tres veces a Jesús, y usó ese episodio para invitar a los creyentes a “entregar el corazón y reconciliarse con Dios y los hombres”. Hubo momentos de silencio, de recogimiento, de música que fue matizando las estaciones y aportando emotividad a una puesta que duró más de dos horas y media.

En el cierre, el sacerdote se paró frente al templo y elevó una plegaria por el país, la provincia y cada uno de los hogares. “El Vía Crucis termina, pero Jesús sigue en nuestra vida cotidiana; vamos a pedir que nunca nos abandone”, expresó. Y, como ya es habitual, el acto concluyó con una bendición y un mensaje de esperanza para una sociedad que, según sus palabras, “necesita volver a creer”.

El año pasado, el cambio de formato fue una decisión difícil. La violencia desatada en las calles de Rosario durante el trágico marzo de 2024 obligó a una celebración virtual. Ignacio entonces explicó que no solo fue por razones de seguridad, sino también por el alto costo que implicaba para muchas personas asistir a la celebración. “El que cambió soy yo”, dijo entonces. Este año, si bien la situación social dista de aquella emergencia, el sacerdote decidió continuar con el mismo formato, priorizando la llegada a todos y reforzando un mensaje profundo desde la tranquilidad del templo.

En la misa del Domingo de Ramos, lo anticipó con claridad: “Este año lo compartimos a través de la pantalla”. Y en la transmisión de este viernes, con respeto a la tradición, se incluyeron imágenes de procesiones pasadas, cuando las calles de barrio Rucci vibraban al paso de Ignacio y su comunidad.

En un contexto de cambios sociales, económicos y espirituales, el padre Ignacio adapta su mensaje sin resignar profundidad. El Vía Crucis de este 2025 no tuvo cuerpos presentes, pero sí corazones conectados. Una vez más, su voz atravesó cámaras y pantallas para dejar una certeza: la fe, aunque a veces cambie de forma, no pierde su esencia.

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