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Gerardo Rozín, el tipo que se animaba a llorar

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“Con esto seguro que me voy a emocionar y después me van a cargar”, dijo al aire Gerardo Rozín en “La peña de morfi”. La frase, palabras más o menos, la expresó en el marco de la presentación de un invitado estrella, que podría ser Joan Manuel Serrat o también su querida amiga Sandra Corizzo, o bien si sus hijos Pedro o su hija Elena lo llamaban al aire para el Dìa del Padre y él se quebraba.

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Los programadores de los canales porteños sabían perfectamente que una lágrima en vivo es sinónimo de rating, pero a Gerardo eso nunca le importó. Rozín apostaba a ser él mismo cuando se prendía la cámara. Y eso fue su mayor logro. Se reía de sí mismo porque tenía unos kilos de más y sabía perfectamente que no tenía la facha de muchos conductores súper «loockeados» y súper top de la TV pero que no le ataban los cordones al rosarino y de Central.

El momento clave en el cual Gerardo Rozín se decide a mostrar su corazón en cámara, seguramente sin pensarlo de esta manera, claro, fue cuando condujo «Gracias por venir, gracias por estar». El programa iba por Telefé los sábados, lo acompañaba la bella de Julieta Prandi, y tuvo dos temporadas entre 2012 y 2014. Eran programas distendidos, en los que los entrevistados hablaban de su vida y a la vez iban contando la banda de sonido de la vida de todos los que mirábamos la tele en ese momento. Y Rozín siempre se involucraba. No faltaba quien dijera que era un tipo de lágrima fácil. ¿Y qué? ¿Desde cuando tener lágrima difícil es mejor? Por allí pasaron Guillermo Francella, Carlitos Balá, Donald, hubo un homenaje al Club del Clan, se emocionó con León Gieco y siguen las firmas.

El otro fenómeno de mostrar el alma en cámara fue con «Morfi, todos a la mesa», que arrancó en 2015, sumó «La peña de Morfi» los domingos y se convirtió en el programa donde uno sentía que era un invitado más en esa mesa, pequeño gran hallazgo surgido por obra y gracia de la calidez y empatía de Gerardo. También fue un tipo que contagiaba sentimientos con sus expresiones. Baglietto contó en una entrevista en La Capital que su proyecto junto a Jairo surgió el día que Rozín los invitó a tocar en Morfi, cayeron juntos casi por casualidad, y se armó un dueto que se tradujo en una gira y un disco maravilloso. El tipo de la làgrima fácil también provocaba esas cosas. Y también provoca esta tristeza que nunca hubiese querido generar. Hoy, evocando a Charly, somos hijos de la lágrima, y nos toca llorar a nosotros.

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