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Optimismo financiero y tensiones estructurales: el nuevo régimen cambiario reaviva el carry trade, pero golpea la economía real

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En una semana corta por los feriados, el gobierno nacional sacude el tablero económico con una serie de decisiones que reconfiguran el esquema cambiario y financiero del país. La medida más significativa es la instauración de un nuevo régimen de flotación administrada para el tipo de cambio, que incluye una devaluación controlada del dólar oficial, un aumento en la tasa de interés y la reapertura parcial del cepo para no residentes por seis meses. En la mirada oficial, esta estrategia busca reanimar el carry trade, atraer divisas financieras y acelerar la acumulación de reservas, una de las metas más difíciles de cumplir del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

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El ministro de Economía, Luis Caputo, diseña esta arquitectura como una bisagra dentro del plan económico. Sabe que la acumulación de dólares es crucial no solo para cumplir con el FMI, sino también para dar señales de estabilidad en un año donde el frente inflacionario, la actividad económica y el endeudamiento convergen peligrosamente.

Los mercados responden con entusiasmo

El cambio en las reglas de juego tuvo una recepción positiva entre los inversores financieros. Desde el JP Morgan hasta los economistas del establishment local, muchos coinciden en que el nuevo esquema puede reactivar el atractivo del peso para las inversiones especulativas. El economista Miguel Kiguel (Econviews) afirmó que “las señales iniciales son alentadoras” y que “hay buenas razones para pensar que el programa puede funcionar”.

La expectativa de una cosecha gruesa generosa, sumada al techo de $1.400 en la banda cambiaria, ofrece al capital financiero un contexto propicio para la bicicleta: tasas en pesos elevadas y un riesgo cambiario acotado. Lucas Caldi, de PPI, fue más allá: si el tipo de cambio converge al piso de la banda, los retornos en dólares podrían superar el 25% en solo un mes.

JP Morgan ya recomendó a sus clientes posicionarse en Lecap con vencimiento en agosto de 2025, y Jorge Vasconcelos (Ieral) celebró que “la baja de retenciones, con fecha de finalización en junio, podría acelerar la liquidación del agro”.

La contracara: impacto en la economía real

Pero mientras la city aplaude, la economía real empieza a sentir los efectos colaterales. Economistas como Claudio Lozano advierten que detrás del nuevo esquema hay un ajuste profundo: devaluación, suba de precios, alza de tasas, y caída del poder adquisitivo. “Una nueva caída de los salarios, las jubilaciones y los ingresos fijos será el resultado inevitable”, aseguró.

El aumento de las tasas también repercute directamente en el costo del financiamiento del Estado, lo que implica mayor presión fiscal y ajuste sobre el gasto público, en un contexto donde las tarifas y los subsidios ya están siendo recortados. Sebastián Menescaldi (Eco Go) cree que la volatilidad financiera recién comienza y que, si bien la bicicleta puede volver, su impacto será limitado comparado con 2024.

Competitividad en duda y tensión con el FMI

Otro punto de conflicto es el nivel de competitividad cambiaria. Haroldo Montagu, de la consultora Vectorial, considera que esta devaluación no garantizará una mejora sustancial en las exportaciones. Osvaldo Giordano (Fundación Mediterránea) coincide: “No se puede esperar un salto como el de diciembre de 2023”. Incluso hay presión del gobierno al sector agroexportador para acelerar la liquidación, lo que revela el apremio por los dólares.

La situación también expone diferencias con el Fondo Monetario. Mientras el FMI sugiere que el Banco Central intervenga dentro de la banda para sostener la acumulación de reservas, el gobierno insiste en que solo intervendrá en el piso, lo que podría derivar en una apreciación del tipo de cambio real y pérdida de competitividad.

Una meta difícil de cumplir

El gran desafío está en las reservas. Según el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), para alcanzar el objetivo de junio se deben acumular u$s 4.400 millones, y para diciembre, u$s 8.900 millones. Un informe del Banco Provincia estima que el BCRA debería comprar u$s 130 millones por día, una cifra muy superior al promedio de u$s 75 millones logrado en los primeros meses del año.

A esto se suma una exigente agenda de pagos: el 9 de julio vencen cupones y amortizaciones de bonos Globales y Bonares por u$s 4.500 millones, un número que agrava la tensión sobre las arcas del Tesoro.

Inflación persistente y control de precios

En paralelo, la inflación no cede del todo. Aunque las proyecciones privadas para abril bajan respecto a meses anteriores (entre 3,4% y 4%), el gobierno teme un rebrote si se desata otra ronda de aumentos en alimentos y consumo masivo. Por eso, se avanzó en acuerdos con supermercados y proveedores para contener las remarcaciones, y se prepara una actualización del IPC por parte del Indec, que podría modificar la forma en que se mide el costo de vida.

En suma, el gobierno se mueve con decisión en el frente financiero, pero los riesgos en el frente social y productivo siguen latentes. El modelo de “estabilidad a cualquier precio” encuentra su límite en la economía real, que ya muestra señales de desgaste. El desafío será sostener el equilibrio entre el entusiasmo del mercado y el desgaste de los bolsillos, en un año donde cada decisión impacta en la calle y en las reservas por igual.

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