Doble crimen de Bracamonte y Attardo: incertidumbre, reconfiguración del delito y desafíos judiciales
El asesinato de Andrés «Pillín» Bracamonte, líder histórico de la barra brava de Rosario Central, y su mano derecha, Daniel «Rana» Attardo, sacude a Rosario con implicancias que van mucho más allá de un hecho de sangre. Este doble crimen deja expuesto un entramado delictivo complejo y lanza interrogantes sobre el futuro de la violencia en la ciudad, los vínculos entre el crimen organizado y las instituciones, y la capacidad del sistema judicial para desentrañar la verdad.
El ataque y los primeros pasos de la investigación
El doble asesinato ocurrió en Avellaneda y Reconquista, una zona que quedó a oscuras por un corte de alumbrado público en el momento de la emboscada. Tres sicarios ejecutaron el ataque con precisión, logrando escapar sin mayores obstáculos. Este detalle, sumado a otros indicios, llevó a la Fiscalía a considerar varias hipótesis. Si bien una conexión directa con la barra de Central parece evidente, las autoridades no descartan que el móvil del crimen esté vinculado a intereses más amplios, como el narcotráfico o el lavado de activos.
El caso motivó un allanamiento en la comisaría 9ª del barrio Arroyito, cuya jefa, Débora Savani, fue trasladada a otra seccional tras serle secuestrado su celular. Aunque no se le ha imputado ningún delito, este movimiento genera suspicacias sobre posibles complicidades dentro de las fuerzas de seguridad.
Violencia contenida, por ahora
El gobierno provincial, encabezado por el ministro de Justicia y Seguridad, Pablo Cococcioni, asegura tener la capacidad de prevenir un rebrote de violencia como el que siguió al asesinato de Claudio «Pájaro» Cantero en 2013, que desató una ola de venganzas en Rosario. Cococcioni subraya que las estrategias preventivas se están reforzando en la calle para evitar que este crimen desate un regreso al caos del pasado.
Sin embargo, los expertos coinciden en que evitar un nuevo ciclo de violencia no depende solo de la presencia policial, sino de las dinámicas internas del crimen organizado. Una fuente cercana al caso señala una diferencia clave con el caso Cantero: mientras el asesinato del líder de Los Monos movilizó emociones familiares y desató respuestas irracionales, el entramado de Bracamonte está más ligado a intereses económicos y pragmáticos. «Es un mundo de negocios que tiene que seguir funcionando. Lo importante no son los jugadores, es el juego», afirmó.
El legado de «Pillín» y su rol en el delito organizado
Bracamonte acumulaba un historial delictivo que lo conectaba con el narcotráfico, el lavado de dinero y la extorsión a empresas contratistas. Su poder no solo provenía de su liderazgo en la barra brava de Central, sino también de su capacidad para operar en un ecosistema delictivo que utilizaba la violencia como herramienta para sostenerse.
La pregunta ahora es si su muerte marcará una ruptura en ese sistema o si, por el contrario, prevalecerá la lógica del negocio, evitando mayores repercusiones visibles. La aparente calma en las calles hasta ahora podría indicar que el crimen organizado se está reconfigurando silenciosamente, priorizando la continuidad de sus actividades por sobre las venganzas.
El desafío judicial: entre la corrupción y la verdad
La investigación enfrenta obstáculos gigantescos, desde la corrupción policial y judicial hasta el silencio de informantes clave. Homicidios de este calibre suelen generar «retraimiento informativo», donde las fuentes que podrían aportar datos prefieren no involucrarse o venden información falsa para obtener beneficios.
Un antecedente inquietante es la impunidad que rodeó el asesinato del «Pájaro» Cantero y el empresario narco Luis Medina, crímenes que nunca se esclarecieron del todo y que dejaron un rastro de desconfianza en el sistema judicial. Este panorama alimenta la percepción de que la Justicia tiene limitaciones estructurales para resolver casos que involucran a figuras de peso en el crimen organizado.
¿Violencia o reacomodamiento?
El doble crimen de Bracamonte y Attardo no solo desafía a la Justicia y la Seguridad, sino que también representa un punto de inflexión en el tablero delictivo de Rosario. Si los asesinatos derivan en un ciclo de violencia, se confirmará que el equilibrio del sistema fue alterado. Si, por el contrario, el crimen queda en el olvido, podría significar que las reglas del juego siguen intactas y que, una vez más, el jugador no es tan importante como el juego en sí.