Érica Rivas desafía los límites en ‘Matate amor’
Érica Rivas se encuentra frente a los ventanales del CEC en una noche helada. El escenario está dispuesto como un parque junto al río, con un barco estático como telón de fondo. La actriz entra al espacio, marcado por butacas semicirculares, para comenzar un viaje único.
El unipersonal se centra en una mujer sin nombre, madre de un bebé, esposa, y extranjera tanto en su entorno como en su propia vida. La maternidad ha desdibujado sus límites internos, dejándola en una soledad abrumadora.
Desde el inicio, la protagonista se muestra desconectada de su entorno familiar, atrapada en un mundo que no siente propio. «Matate amor» se convierte en su espacio subjetivo, donde dialoga con técnicos y espectadores, construyendo un universo lleno de posibilidades.
La actuación de Rivas es una fuerza primordial en la obra. Con ferocidad, lleva al público a través de los bordes de la experiencia humana y la maternidad. La escenografía, sencilla pero evocadora, sitúa la narrativa en un espacio entre lo agreste y lo onírico.
La historia confronta con la realidad de la maternidad y la soledad femenina, explorando un terreno oscuro pero profundamente humano. Es un recordatorio de los peligros de lo común y los desafíos de resistir en tiempos de retroceso de derechos.
Al finalizar la obra, Rivas reconoce a todo el equipo detrás de la puesta, destacando la naturaleza colectiva del proceso creativo. «Matate amor» es una adaptación de la novela de Ariana Harwicz, que ha sido ampliamente elogiada desde su publicación en 2012.
La obra, dirigida por Marilú Marini, ha cosechado éxitos tanto en Argentina como en el extranjero, y su reciente presentación en el CEC de Rosario ha agotado todas las funciones disponibles.
