Ciudad

Sin circuitos presenciales, el ecosistema del libro resiste en Rosario

Las editoriales exploran la digitalización de títulos y las tiendas virtuales. Expectativa por la vuelta de ferias y encuentro entre autores y lectores.

En una época en la que casi todas las actividades humanas están mediadas por pantallas, el libro impreso lucha por sobrevivir en Rosario, una plaza importante en el país a nivel editorial. Si bien durante la pandemia mutaron o directamente desaparecieron los circuitos habituales que reunían a autores y lectores —presentaciones, talleres, cursos, ciclos de lectura, festivales, programación de centros culturales y bibliotecas—, se advierte avidez por la escena literaria. Un ejemplo fue la feria de libros de viejo y editoriales independientes que terminó este sábado en San Juan y San Martín, por la que pasaron casi mil personas por jornada; otro la compra vía delivery y tiendas online de ejemplares de papel, sostenida desde el comienzo de las restricciones sanitarias.

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“El acercamiento del libro a la comunidad este año se materializó a través de la feria en la Plaza Montenegro, que a pedido de los libreros se amplió a todos los géneros, no solo infantil y juvenil”, cuenta Rafael Ielpi, a cargo del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (CCRF). La institución acompañó la iniciativa de la Secretaría de Cultura municipal —los viernes y sábados de las vacaciones de invierno— con juegos y dispositivos lúdicos para las infancias, dado que tradicionalmente ha cobijado las llamadas ferias de viejo en los meses de julio y noviembre, aunque ahora los stands se montaron al aire libre. Ielpi espera que al llegar la primavera se pueda concretar una nueva edición de este clásico con público cautivo e incluso programar para 2022 una gran feria del libro como la de 2019, visitada por 200 mil personas, o en su defecto ferias periódicas donde se exhiba el trabajo de las editoriales rosarinas.

“El parate cultural incidió en los sellos locales de pequeño y mediano porte que reflejan el esfuerzo creativo de los autores de la ciudad en distintos géneros”, analiza Ielpi. Mercados en la explanada del CCRF a cielo abierto o en el interior del edificio, que por cierto cuenta con muchas ventanas, ayudarían a revitalizar el sector. El funcionario sueña que esto sea factible de la mano de la jerarquización de la peatonal y de la calle San Juan y la ocupación del bar integrado al CCRF, cuya concesión terminó. Ielpi señala que ya se llamó a licitación para su reapertura y aboga por que tenga un perfil cultural, con eventuales presentaciones de libros o exposiciones.

“Costó acomodarse pero lo que parecía un panorama de parálisis, en algunos casos fue una oportunidad para acelerar procesos”, aporta Nadia Amalevi, directora de UNR editora. “El ecosistema del libro se afectó en su totalidad ya que no sólo las editoriales formamos parte, sino también autores, traductores e imprentas. Hubo que reinventarse y pensar nuevas maneras de llegar al público”, agrega quien se reconoce amante de la tinta y el papel. Dado que la virtualidad se impuso “desde la Universidad nuestra principal estrategia de difusión fue liberar contenidos para fidelizar lectores y apostar a la cultura local con autores jóvenes de mucho talento, que debemos promover desde la edición pública”. Para Amalevi, “Rosario tiene una tradición cultural muy rica y las editoriales somos un instrumento fundamental para dar a conocer las ideas que se vehiculizan a través de los libros”.

E-books

Otro sello público con 30 años de trayectoria, la Editorial Municipal de Rosario (EMR), está desarrollando los e-books como una alternativa aunque todavía “hay mucho por explorar”, admite su director, Oscar Taborda. El funcionario no ahorra epítetos: “El 2020 lo padecimos. No publicamos libros en papel, tuvimos largo tiempo cerrado el stand (de Corrientes y Córdoba) y no hubo circuito presencial. Recién en noviembre pudimos sacar un libro digital y en diciembre ir a la Feria del Libro de Paraná. Este año viene un poco mejor, publicamos dos poderosas nouvelles en papel (Te compré girasoles y Harina de carnaval), estamos editando un libro digital 2021, (Veinte ensayos sobre literatura y vida en el siglo XXI) y lanzamos un concurso metropolitano para libros de cuento cuya convocatoria cierra en octubre”, enumera. Taborda se entusiasma con el regreso de las ferias mientras lamenta que se haya cancelado la de Buenos Aires y que la FED (Feria de Editores) se restringiera a sellos porteños. “Las presentaciones, ferias y festivales digitales están lejos de suplir a sus pares presenciales”, advierte.

“Apenas empezó la cuarentena quedamos paralizados. A medida que nos acostumbrábamos a mudar los espacios de trabajo y ocio a la virtualidad, pudimos también accionar en esa clave”, confía Carolina Musa, al frente de las editoriales independientes Libros Silvestres —www.librossilvestres.com, enfocada en las infancias— y Brumana, que conduce junto a Laura Rossi, y nació justamente en pandemia. Con el sello infantil, cuenta, hizo un gran esfuerzo de comunicación en redes sociales y a fin de año presentó en forma presencial el libro Monte (Ciro Korol/Victoria Rodríguez). “Se suspendieron los encuentros relacionados con libros pero en unos meses se reinventaron en la virtualidad. La situación nos obligó a flexibilizarnos, a abrir y sostener canales que venían descuidados (tiendas virtuales, entre otras)”, analiza Musa, y agradece a los lectores locales “que nos acompañaron más que nunca”, por lo que logró cumplir con su plan de publicaciones 2020.

En tanto Brumana —un proyecto editorial con perfil feminista que se propone visibilizar producciones de la región— publicó cuatro títulos en soporte papel y en epub, los cuales abren colecciones de poesía, novela, cuentos y ensayo. Este año Brumana Libre se sumó con otros cuatro textos de descarga gratuita, disponibles además en papel desde junio.

Los encuentros con los lectores también se resintieron en la biblioteca popular Vigil, con la mudanza de las presentaciones a la virtualidad y la suspensión de las ferias promovidas por esta institución señera de zona sur. “Sin embargo, ya tenemos un cronograma de presentaciones en nuestro teatro hasta diciembre”, se animan Marianela Goicoechea y Romina Gianfelici, coordinadoras de la Editorial Biblioteca. “El 27 de agosto se presenta El común oficio de escribir. Rodolfo Walsh y las derivas de un cuento aparecido, ganador de un premio del Fondo Nacional de las Artes para la reescritura del cuento desaparecido Juan se iba por el río”, anticipan.

La pandemia sirvió para poner a punto la tienda online, donde se encuentra el catálogo completo y se hacen envíos a todo el país (bibliotecavigil.org.ar/inicio/catalogo). “Como una estrategia de promoción y acceso a la lectura, desde este año los socios con cuota al día tienen un 40 por ciento de descuento por la compra en la biblioteca”, señalan Goicoechea y Gianfelici. “Otro gran logro fue adquirir equipos de imprenta que nos permitirán dejar de tercerizar la impresión, mejorar los costos de producción y habilitar posibilidades de distribución”, completan, y ponen en escena una de las claves del asunto: la democratización del acceso al libro, un desafío siempre vivo. Y necesario.

Venta on line de ejemplares de papel

“En Argentina y en América Latina la gente sigue prefiriendo el papel al formato digital”, advierte el librero y editor José Perico Pérez, de Homo Sapiens, con 40 años de experiencia en el rubro. Al comienzo de la pandemia subió casi todos los títulos de la editorial a una plataforma en pdf o e-book para poder venderlos. “Creamos una biblioteca digital, hicimos presentaciones de libros que no habían salido en papel -porque las imprentas estaban cerradas- y se vendieron”, recuerda y apunta que ofrece cada nuevo libro en ambos formatos. “Cuando se pudo volver a imprimir, editamos una cantidad interesante (de volúmenes) con tiradas más cortas y se reeditaban a medida que se vendían”, reseña.

“En la librería desarrollamos la venta on line y por delivery, a la que no estábamos acostumbrados. Creció mucho y hoy permanece”, continúa Perico desde el céntrico local de Sarmiento 825. “Las ventas bajaron aunque no tanto como se presumía. Tuvimos muy buena audiencia en las actividades virtuales -presentaciones, congresos, seminarios- pero no se relaciona la cantidad de participantes con la venta de libros”, completa Pérez y prevé que cuando regresen las presentaciones presenciales, “en unos meses, se va a mantener el canal virtual porque esta modalidad vino para quedarse”.

Desde Arde Libros, la joven librera Nuria Clerici cuenta que antes de la pandemia no tenía tienda on line y fue lo primero que debió implementar; con esta herramienta aumentó las ventas y amplió la llegada a todo el país. Por otra parte cerró los locales que alquilaba en una galería de Sarmiento y Córdoba, la librería propiamente dicha y otro donde hacía talleres y presentaciones. Los cursos se virtualizaron por completo y, si bien fue un desafío para las docentes, atrajo la participación de asistentes de otros países.

Arde funciona hoy en un gran garaje “con lógica de showroom” en Echesortu, el barrio donde vive su dueña. Allí atiende con cita previa mientras agita por redes sociales, sobre todo vía Instagram (@ardelibros). “La mudanza fue por varios motivos, no solo por el pago del alquiler sino porque el local era muy pequeño y no favorecía el distanciamiento. Además ya no es necesario estar en el centro para que funcione el negocio”, opina Clérici. “No creo que el saldo sea negativo sino todo lo contrario, implicó una transformación. El consumo de libros no disminuyó: se diversifican constantemente los consumos culturales de las personas, pero quien disfruta de la lectura de un libro sigue apostando a eso e incluso fortaleció el lazo con su librería amiga”, finaliza la joven.

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